Esta es la foto que durante tres años ha presidido la página dos del periódico gratuíto "Viva Jerez" en el que Isabel Noci, madre de esta pequeña perra feliz, colaboraba cada lunes contando un cuento. Ella decía que el mundo estaba lleno de "opinadores" y que prefería aportar su granito de imaginación.
Porque esa colaboración surgió como un cuento: ella no atravesaba su mejor momento, entonces, como cualquier heroína que se precie, apareció un Hada Madrina llamada Eva que convirtió su calabaza en carroza.
En el Viva Jerez han dejado de creer en las Hadas y espero, por el equipo humano que mi madre tan bien conoce, que los hados no dejen de serle propicios. Ella, sin su Hada, ya no quiere escribir más cada lunes.
Esta es, pues, su despedida a los lectores anónimos que, me consta, disfrutaban con los cuentos de mi madre humana:
Ciao bambini!
Cuántas veces, me respondo, he callado otorgando, haciendo gala del refrán del miedo. Del de los cobardes que se esconden. Ese pánico que a veces me atenaza los sentidos, las manos y los pies. Y escribo un cuento con la esperanza puesta en que alguien llegue a comprender lo que hay detrás.
Aquí y ahora, cuando cualquier parecido con la ficción es pura realidad, no puedo quedarme agazapada en la ilusoria satisfacción de ver mi foto y nombre sobre un papel. No me enseñaron a mentir. Y soy tan tremendamente despistada y olvidadiza que sería lo más fácil del mundo pillarme en un renuncio. A mentir no, pero si a callar. Y resulta que ahora ya no quiero más silencios.
Contar que vivimos en un mundo sin escrúpulos donde tanto tienes tanto vales, es repetirse como las coles de un guiso. Uno termina vomitando. Decir que la envidia es el deporte nacional es Perogrullo. Que el divide y vencerás es una regla absurda de aquel que quiere quedarse con todo, aunque termine solo. Un Tío Gilito que disfruta contando las monedas de oro que guarda en su cámara de seguridad.
A veces me desasosiego con la moral por los suelos comprobando en mis carnes mortales que esto no tiene remedio, que no podemos cambiar el mundo. Y en las tertulias de desayunos se nos va toda la energía por la boca criticando a unos y a otros sin mover un solo dedo para dar un giro, mientras engullimos la tostada calentita con aceite de la tierra, que hay que promocionar lo nuestro. Porque somos tan nuestros, tan beatos de alcoba, tan buenos, tan buena gente, ay si, tan buena gente, que se nos va la fuerza en soltar palabras que se lleva el viento.
Mientras, seguiremos acudiendo a los confesionarios a que se nos perdonen los pecados, no se nos acumulen, que hay que seguir pecando. Pecando de omisión y de sumisión.
Mi ego no es tan grande como para echar de menos una foto y un nombre escrito en letras grandes. Y, entretanto, seguir durmiendo tranquila y soñando cuentos.
Hasta siempre.