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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

sábado, 20 de agosto de 2011

La historia de una ameba. El descubrimiento.




Cuando Raquel me lo dijo me pareció un feliz acontecimiento: era una ameba.
Siempre has sido una ameba-comentó-solo que no lo sabías. Descubrirlo es un proceso doloroso, pero luego, cuando tomas conciencia de tu condición de ameba todo es mucho más fácil.
No me duele descubrirlo-sonreí- es como abrir de pronto los ojos dormidos durante años.
Raquel tenía razón. Tras darle vueltas a la cabeza, saber de pronto, sentir de repente que eres una ameba dolía un poco. Era ver que el tiempo había pasado como si lo hubiera perdido en el intento de ser otra cosa, otro ser que no fuera una ameba. La ficticia realidad vivida hasta el momento, al instante había cobrado sentido. Yo ya no era la yo que creía ser. No caminaba, solamente me desplazaba con estos pies que tampoco lo eran-pseudópodos- con estas manos de protozoo que jamás habían acariciado, solo habían tomado forma de manos, de cuerpo de mujer, de aliento de persona.
Nos pasamos la vida dando tropezones sin saber que lo mejor es dejarse llevar, arrastrar por las corrientes marinas, por el viento de levante o de poniente, según se tercie. Adaptando nuestra suave piel a la densidad de un aire oxígeno que limpia y que quema.
Yo soy una ameba terrestre, mal que me pese y nunca supe ser ameba parásito.


viernes, 8 de julio de 2011

domingo, 29 de mayo de 2011

martes, 17 de mayo de 2011

Siempre




Te conozco desde siempre y siempre, siempre, siempre consigues sorprenderme.
Una vez más me pillas bajo la lluvia sin paraguas. Maravillosa lluvia aún desde la distancia que empapa las entretelas de mis enaguas de niña de colegio.
Cuando todavía no estabas.
Cuando solo eras el sueño de una adolescente.
El Príncipe Azul sin rana y sin corona.
El Príncipe.
El principal.
¡Qué fácil me resulta hablar de amor si te tengo a mi lado!
Tan fácil como difícil unirnos en una vida repleta de desencuentros.
Allá donde tú eres solo tú.
Donde yo soy solo yo.
Y somos solamente uno sin el otro.
Estando sin saber estar el uno sin el otro.
Te conozco desde siempre.
Aunque pase el tiempo.
Aún pasando el tiempo por nosotros.
Pasando el tiempo de nosotros.
Como si no existiera cuando estamos juntos.
Como si decidiera abrir un paréntesis, el tiempo, y tomarse un descanso merecido.
¡Qué fácil es decirlo todo si te tengo a mi lado!
Tan fácil como difícil conseguir que salgan las palabras adecuadas.
Las que quiero decirte dentro de tu boca.
Las que quiero escuchar aquí en mi estómago, cuando haya abierto los ojos y ya no estés enredando tus dedos con mis dedos.
Hasta esperar que el tiempo… de repente, así sin avisar, decida nuevamente tomarse unas pequeñas vacaciones.

sábado, 9 de abril de 2011

sábado, 12 de marzo de 2011

El andador

No me olvido. No estoy ausente.
Es que estoy en otras cosas. Divertidas cosas. Descubrimientos nuevos. Un vida nueva que da mucha vida. En movimiento.

jueves, 27 de enero de 2011

De algodón y de espuma



Rondaría los siete años.
Probablemente menos.
Mi hermano acababa de nacer.
Era más grande que los muñecos con los que jugaba por eso me era tan difícil poderlo coger entre mis brazos. Además se movía y solo lloraba para engancharse a la teta de mi madre.
Yo le observaba chupar y desbordarse de leche por la nariz.
Fue entonces cuando me enseñaron una foto mía de pequeña.
Porque yo no recordaba haber sido semejante trozo de carne con ojos que solo sabía mamar y dormir.
Y me vi en blanco y negro repantingada en un sillón con los ojos abiertos de par en par.
Una cara de ángel, no por bella o singular,no, por lo que me recordaba a las pinturas de las iglesias, a las imágenes de las iglesias, así de ensimismada.
Así de feliz y satisfecha.
Así de regordeta y pelo alborotado.
Así de simple.
Fue entonces, creo recordar, que durante el verano me dediqué a soñar que podía vivir en una nube.
Ellos podían.
Los ángeles.
Me tumbaba boca arriba en el jardín y, además de componer figuras con ellas, me imaginaba saltando de una en otra.
Porque eran de algodón.
O de espuma.
Y yo también podía.
Entonces veía el mundo desde arriba.
Mi mundo.
Solo mi perro sabía donde estaba porque me ladraba de vez en cuando para avisarme de la presencia de algún entrometido.
Bajaba y hacía como la que no estaba.
Como la que nunca había estado.
Solo nosotros conocíamos el secreto.
Solo yo podía ver a todos desde lo alto.
El niño bajo la sombra de los pinos pataleando al viento.
Mi madre regando con la manguera empapando la tierra y las hormigas que salían despavoridas.
Mi padre recostado unos minutos como si no estuviera dormido.
Dormido.
En mis viajes sobre el limbo, porque nadie había dicho todavía que no existiera, llegué a alcanzar tal técnica y destreza que ya no necesitaba un césped o una nube concreta en la que posarme.
No tenía siquiera que cerrar los ojos para que el algodón hecho de espuma fresca me arropara.
Para hacerme acompañar de quien quisiera.
Si te veo y no te miro.
Si te oigo y no te escucho, ládrame como si fueras un perro para avisarme de la presencia de algún entrometido.