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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

domingo, 21 de diciembre de 2008

...y me tocó la lotería...

Estoy aquí sin más. Con el deseo irrefrenable de escribir y escribir. Quizá queriendo contar alguna historia con final feliz, algo que me revuelve los adentros y que no acierto a averiguar qué fuerza extraña me impide sacar fuera. Será porque no encuentro nada que tenga final feliz. No, lo cierto es que no tengo nada con final. Toda mi vida ha sido un continuo comenzarlo todo y no acabar nada.
Nada no, tampoco hay que dramatizar. Porque había cosas terminadas mucho antes de comenzar. Existían como en un mundo paralelo, fuera de la realidad. Es solo que la realidad se confundía y no sabía si vivía en una pesadilla o mis sueños eran mi verdadera vida. Sueños que, por otra parte nunca he llegado a entender aunque se manifiesten con la nitidez de una película en pantalla grande de cine. Y a color.
Es que siempre fui muy peliculera. Ser un personaje ajeno a los uniformes de colegio. Tan oscuros y rígidos como la educación que tratan de imponer sin dar explicaciones. Me señalaban por preguntar constantemente “por qué”. Ajena, la mayoría de las veces a lo que ocurría a mí alrededor. Porque mi mundo era mucho más rico y emocionante que el del resto de mis congéneres. Me sentía tan especial como esa joya arqueológica tantas veces buscada con poderes sobrenaturales para quien tuviera la suerte de encontrarme. Un talismán en las manos adecuadas. Así lo sentía y así lo transmitía con mis manos, mis ojos o bailando.
Nos podrán prohibir que nos veamos. Nos podrán prohibir que hablemos. Pero nadie va a prohibirme que te quiera – dije en una ocasión sorprendiéndome de mi propia madurez siendo aún tan joven. Y descubrí en aquel preciso instante que era libre. Yo elegía a quien querer. Lo que pasa es que esas cosas se olvidan si no se practican.

Aquel verano. No, todavía quedaba un año para el último verano.
Seguía teniendo mi bicicleta. Mis piernas todavía respondían a las cuestas caprichosas. Mi pelo aún se regocijaba con las bajadas avivadas por el impulso de creer que estás volando.
Quedaba en el aire aún el primer beso. La primera canción.

sábado, 20 de diciembre de 2008

domingo, 14 de diciembre de 2008

Chinchetas en los zapatos


Caminaba como si tuviera chinquetas en los zapatos. ¡Deprisa, deprisa cochero, que no llego! Pero siempre iba a pie, sentía que si se movía por su propio motor probablemente no llegara antes, pero llegaría a su destino. Ese que sabía estaba en alguna parte. Porque había leído tantos cuentos que llegó a creerse que los sueños se hacen realidad.
La vida empieza justo cuando descubres que tienes que sacarle el bajo de los dobladillos a los pantalones. En el preciso momento en el que aprendes que la noche es algo más que el momento del día para dormir. Cuando has escrito un poema de amor y una canción desesperada.
En un instante ocurren tantas cosas que no merece la pena correr tanto. Pero eso lo descubres al ver el autobús como dobla la esquina sin esperarte. Y te das cuenta que de nada sirve el zapatazo de coraje que acabas de dar en el suelo porque no lo has visto, pero había un charco bien grande, y, a fin de cuentas tendrás que ir andando con el frío subiéndote por la pantorrilla desde la punta de tu dedo gordo.
Suele ocurrir que por el camino encuentras gente que va en coche y no te lleva. Que saluda y no se para a hablar contigo. Otros cambian de acera. Dices “qué más da” y sigues avanzando. Otro deja una mancha de aceite allí por donde tienes que pisar, mientras derrapa por tu lado a toda velocidad en su motocicleta, sin darte tiempo a reaccionar. Resbalas pero no llegas a caerte. Es como una danza imposible de tus piernas en perfecta descoordinación con el resto de tu cuerpo. Pero no llegas a caerte. Y el corazón como un reloj acelerado te recuerda, cual Conejo Blanco, que vas tarde.
La vida empieza justo cuando dejan de importante los dobladillos de los pantalones. Cuando deseas con todas tus fuerzas que llegue la noche más pronto que cualquier día de invierno. Cuando solo escribes canciones desesperadas por escribir un poema de amor.
Cuando llegas ya no sabes qué hora es. Tienes el pelo mojado y el alma chorreando. Sin embargo te das cuenta que al otro lado alguien te mira a través de la lluvia y te sonríe como si siempre hubiera estado allí esperándote con el paraguas en la mano.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Preguntas


Alguna vez, me pregunto, ¿no se te ha pasado por la cabeza pensar que no perteneces a este mundo? Y no como Jesucristo “Mi Reino no es de este mundo”. Sino que está aquí, en este mismo planeta que llamamos Tierra. Vamos que no me estoy refiriendo a un más allá de nuestras mentes diminutas, fluyendo por espacios de otras dimensiones. Algo más práctico. Que no perteneces al común del entorno en el que vives y no porque ellos sean raros, porque la rara soy yo. Que cuando me visto de domingo es que me planto la camiseta más vieja que tengo. Que cuando quiero ver un buen espectáculo me largo a la playa a ver las olas ir y venir como si siempre fuera lo mismo pero nunca es igual.
Alguna vez, me pregunto si no se te ha pasado por la cabeza pensar que si no fuera por el dinero no te levantarías cada día por obligación y lo harías solo por el puro placer de saborear un nuevo día. Y mirar a tu alrededor como si no te importara, como que no te importa en realidad si sube la gasolina, o baja el precio de los pisos, como si Hacienda te hubiera devuelto céntimo a céntimo todo lo que te ha retenido en tantos años trabajados.
Alguna vez, me pregunto , ¿no se te a pasado por la cabeza pensar que tienes algo que hacer antes de morirte? Y no lo de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Mejor escribir un hijo, tener un árbol y plantar un libro. Escribir con las manos una nueva vida que no se haga preguntas y sepa dirigir sus pasos, a su modo y manera, con alegría y sin resentimientos. Tener un árbol bajo el que cobijarte los días de calor, sobre el que subirte para sentirte tan alta como la luna. Plantar un libro que no te reconoce y darle carpetazo.
Alguna vez me pregunto si no se te ha pasado por la cabeza pensar. Solo pensar. Y dejar de pensar para actuar.

martes, 9 de diciembre de 2008

sábado, 6 de diciembre de 2008

Milonga del cuento eterno.



Tan pronto como salió a la calle sintió el contacto del frío sobre su rostro. Como siempre cuando hace frío. Como siempre que salía a la calle.
Solo que aquella vez fue como si quemara. Igual que si le hubieran tirado desde un coche un ramo de rosas rojas. Volando hacia su cara sin piedad. Tiñéndole de su color. Tatuándole sin anestesia. Porque las rosas son algo más que una cara bonita.
Yo no quería contar historias inventadas,¡tanto tenía yo qué contar! No sé por qué juramos guardar un secreto. No sé por qué en la vida los mejores momentos ocurren entre paréntesis. O escritos a lápiz en la parte de atrás del folio en blanco. Nadie me creería si lo contaba. Era imposible. ¿Imposible? Amores furtivos con carita de no haber roto nunca un plato. Absueltos de todo pecado original. Meras copias de besos robados a la noche.
Si, yo estuve allí. Yo estuve allí y lo vi. Lo vi cuando sus pensamientos se confundían con el tacto. Y recreaba imágenes de pétalos de flores que se abrían entre sus muslos. Lo vi cuando bebía el agua de su boca a tragos suaves y sabrosos. El agua que hacía arder la leña seca. Lo vi cuando cerró los ojos y una suave mueca de placer le sonrió los labios secos. Como la leña que hacía chispas a su alrededor. Quemándose entera. Lo vi. Yo estuve allí y lo vi. Si, yo estuve allí.
Yo no quería inventarme aquella historia. Yo no quería guardarme aquella historia. No sé por qué juramos guardarlo en secreto. No era imposible. El folio se había escrito por delante. Y por detrás. Nadie me creería si lo contaba. Un amor furtivo con carita de no haber roto nunca un plato.
Y es que aquella noche hacía frío. No hay nada mejor que un buen cuerpo en donde cobijarse. Para dar cobijo. Pero al salir a la calle, sobre un charco flotaban rosas rojas despedazadas. En su rostro la manzana empezó a ruborizarse. Y es que aquella noche, a pesar de la lluvia, hacía frío.

viernes, 5 de diciembre de 2008

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Para Alfonso


A veces, cuando las esferas decíden que ha llegado el momento, el Universo se pone a fabricar una nota musical. No siempre llega hasta nuestro oído, pero con acercar un poco la nariz al cristal de la ventana, es posible que veamos el vaho que sale de nuestra boca. Se llama Aliento.