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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Máxima mínima


Cabra si.

Borrega no.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La Casa de Artemia



Cámara en mano, no tuve el valor de sacar ninguna foto de su casa. Fue como permitirme entrar en sus secretos y yo no podía robárselos.
Quería que yo fuese delante, era su invitada a descubrir poco a poco la luz que su mano iba prendiendo a mi paso.
En aquel suelo se mezclaban los sonidos del pasado, del presente y del futuro. Por allí caminaba serena una joven esposa enamorada trasteando en los fogones que cuidaba con esmero, a mi lado correteaba una niña sorteando las piernas de los mayores. Uno le acariciaba el pelo, otro la esquivaba mientras porteaba una lechera repleta que la niña insistía en olisquear.
Un árbol besando el cielo recordaba un bosque que un día le hiciera cosquillas al mismísimo monasterio. Y un joven fraile que lloraba echándolos de menos.
No, no tuve valor de sacar ninguna foto. Las camas aún desprendían el calor de unas sábanas recién planchadas. De niños que saltaban sobre ellas jugando con sus muñecos.
En el silencio de la noche que se acurrucaba sobre nosotras, una toquilla tejida de estrellas y hojas de zarzas , a cada paso una nueva historia, cientos de rostros que nos observaban, a cada paso. A bajar la mirada ante sus miradas, pidiendo disculpas por irrumpir sin avisar. Sin atreverme a tocar, sin dejar de sentir la emoción de los ojos de Artemia que se humedecían entre los recuerdos.
Y las paredes me empujaban a seguir. Los cuadros me ignoraban, orgullosos de su figura, de sus figuras. Los marquitos de las fotos saltaban como críos llamando mi atención. Aquí una pareja de recién casados. Fotograma de una película de final feliz. Allá un abuelo comiendo pan, invitándome al festín. Ese pan recién cocido en el horno de leña. En esta una familia entera. Una nieta licenciada. Un nieto en la playa. Un Padre Abad con toda la congregación.
No tuve valor. Se me quedó esparcido por la ladera que baja hasta el río cuando el sol se ha marchado a descansar.
Me quedé con sus ojos.
Y ya lo tuve todo.

sábado, 5 de septiembre de 2009

¿Viva Jerez?


Esta es la foto que durante tres años ha presidido la página dos del periódico gratuíto "Viva Jerez" en el que Isabel Noci, madre de esta pequeña perra feliz, colaboraba cada lunes contando un cuento. Ella decía que el mundo estaba lleno de "opinadores" y que prefería aportar su granito de imaginación.

Porque esa colaboración surgió como un cuento: ella no atravesaba su mejor momento, entonces, como cualquier heroína que se precie, apareció un Hada Madrina llamada Eva que convirtió su calabaza en carroza.

En el Viva Jerez han dejado de creer en las Hadas y espero, por el equipo humano que mi madre tan bien conoce, que los hados no dejen de serle propicios. Ella, sin su Hada, ya no quiere escribir más cada lunes.

Esta es, pues, su despedida a los lectores anónimos que, me consta, disfrutaban con los cuentos de mi madre humana:


Ciao bambini!

Cuántas veces, me respondo, he callado otorgando, haciendo gala del refrán del miedo. Del de los cobardes que se esconden. Ese pánico que a veces me atenaza los sentidos, las manos y los pies. Y escribo un cuento con la esperanza puesta en que alguien llegue a comprender lo que hay detrás.
Aquí y ahora, cuando cualquier parecido con la ficción es pura realidad, no puedo quedarme agazapada en la ilusoria satisfacción de ver mi foto y nombre sobre un papel. No me enseñaron a mentir. Y soy tan tremendamente despistada y olvidadiza que sería lo más fácil del mundo pillarme en un renuncio. A mentir no, pero si a callar. Y resulta que ahora ya no quiero más silencios.
Contar que vivimos en un mundo sin escrúpulos donde tanto tienes tanto vales, es repetirse como las coles de un guiso. Uno termina vomitando. Decir que la envidia es el deporte nacional es Perogrullo. Que el divide y vencerás es una regla absurda de aquel que quiere quedarse con todo, aunque termine solo. Un Tío Gilito que disfruta contando las monedas de oro que guarda en su cámara de seguridad.
A veces me desasosiego con la moral por los suelos comprobando en mis carnes mortales que esto no tiene remedio, que no podemos cambiar el mundo. Y en las tertulias de desayunos se nos va toda la energía por la boca criticando a unos y a otros sin mover un solo dedo para dar un giro, mientras engullimos la tostada calentita con aceite de la tierra, que hay que promocionar lo nuestro. Porque somos tan nuestros, tan beatos de alcoba, tan buenos, tan buena gente, ay si, tan buena gente, que se nos va la fuerza en soltar palabras que se lleva el viento.
Mientras, seguiremos acudiendo a los confesionarios a que se nos perdonen los pecados, no se nos acumulen, que hay que seguir pecando. Pecando de omisión y de sumisión.
Mi ego no es tan grande como para echar de menos una foto y un nombre escrito en letras grandes. Y, entretanto, seguir durmiendo tranquila y soñando cuentos.
Hasta siempre.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Lluvia