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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

sábado, 20 de agosto de 2011

La historia de una ameba. El descubrimiento.




Cuando Raquel me lo dijo me pareció un feliz acontecimiento: era una ameba.
Siempre has sido una ameba-comentó-solo que no lo sabías. Descubrirlo es un proceso doloroso, pero luego, cuando tomas conciencia de tu condición de ameba todo es mucho más fácil.
No me duele descubrirlo-sonreí- es como abrir de pronto los ojos dormidos durante años.
Raquel tenía razón. Tras darle vueltas a la cabeza, saber de pronto, sentir de repente que eres una ameba dolía un poco. Era ver que el tiempo había pasado como si lo hubiera perdido en el intento de ser otra cosa, otro ser que no fuera una ameba. La ficticia realidad vivida hasta el momento, al instante había cobrado sentido. Yo ya no era la yo que creía ser. No caminaba, solamente me desplazaba con estos pies que tampoco lo eran-pseudópodos- con estas manos de protozoo que jamás habían acariciado, solo habían tomado forma de manos, de cuerpo de mujer, de aliento de persona.
Nos pasamos la vida dando tropezones sin saber que lo mejor es dejarse llevar, arrastrar por las corrientes marinas, por el viento de levante o de poniente, según se tercie. Adaptando nuestra suave piel a la densidad de un aire oxígeno que limpia y que quema.
Yo soy una ameba terrestre, mal que me pese y nunca supe ser ameba parásito.