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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

domingo, 29 de marzo de 2009

¡Estos humanos!



Una perra es una perra y por muy tarde que se levante, no tiene nada que ver con los humanos. Les quiere, les hace carantoñas, juega con ellos, pero de ahí a que los entiendan va un trecho importante. Al menos yo con mi madre humana compruebo que tiene cosas dignas de ser contadas. Me dice que lleva una vida muy sedentaria, que está echando una barriga que bien parece un embarazo imaginario. Yo no la entiendo, las perras no somos así. Para empezar no me miro en el espejo, la última vez que lo hice me pasé lamiendo el cristal unos cuantos minutos y la idiota perra de enfrente hacía lo mismo que yo. Le gruñí y me gruñó. Era un soberano aburrimiento. Mi madre humana, sin embargo, se planta delante y comienza a hacer posturitas a la vez que comenta cada movimiento. De frente, uy, parezco María del Monte. De perfil, ¡ala, ya solo me falta viajar con la selección española de futbol porque es que soy Manolo el del Bombo! Tengo que hacer algo- me dice- pero luego se pone tibia a galletas filipinos o leche condensada. Tú misma, le digo yo, pero no.
Ayer se vistió de chándal. Sus deportivas, su sudadera, su cinta en el pelo para que no le molestaran los rizos en los ojos. En mi esquina del sofá la miraba más decidida que nunca, no le faltaba un perejil, incluso llevaba eso que llaman mp3 con sus casquitos en la oreja, en las orejas quiero decir. Bruno pasó de ella, sabe que su voluntad se quiebra cada vez que piensa o habla de deporte, no lo ve ni por la tele porque se cansa. Aún así la escuché, merecía una oportunidad.

“Querida Laura, como quiera que veo como mis grasas se acumulan cada vez más en mi barriga, he decidido, en un arranque de voluntad, que voy a volver al gimnasio.
Pero me da pereza. Con la tarde tan bonita que hace. Meterme allí, aquello tan cerrado, esa música tan fuerte, chimpúm, chimpúm. No, mejor me voy con la bicicleta al aire libre.”

Y se marchó. Iba contenta, así que supuse que esta vez funcionaría. Me eché a dormir un rato.
Al volver me contó su odisea:

“Cogí por la Avenida( en Jerez, aunque hay otras, esa es la Avenida, como si fuera la única) con la sana intención de ir por el carril bici ¿carril bici? ¿eso qué é? como quiera que intuía alguna que otra línea amarilla iba sobre ella, igual que Milikito siguiendo la raya blanca, pero en amarilla.
Mientras, iba esquivando señoras que no entendían de colores, niños que hacían zig-zag entre las piernas de sus progenitoras. Carritos de bebés, perritos atados con correas extensibles que se extendían y extendían...
Uy mira, el jardín escénico(un parque muy bonito del que me han hablado muchísimo pero que aún desconozco), pues voy a entrar a ver si lo veo. Prohibido bicicletas y mascotas. Bueno pues nada, ya lo dejo para otro día.
Hipercor. Rotonda. Calle de enfrente. Vaya, pero si no tiene salida, bueno, pues sigo por aquí que parece tranquilito.
¡Santosielo un puente! Yo puedo. Yo puedo. Yo pu e dooo. Yoo puu ee dooo... aggh...yo....siiii...pu pu aaaaaaahhhh.... me tengo que bajar de la bici y subir a pata... eso si, la bajada es espectacular...ole, ole...
Chalecitos, caminito de árboles, qué bonito es esto y qué tranquilito ¿ande andaré? no importa, esto é presioso!
Silbo, soy verano azul toda yo, Bea, Tito, Javi, el Piraña...
A lo lejos veo un stop entre la maleza y al pararme: "muebles Kacín". Me giro a mi izquierda y, oh, estoy en Guadalcacín(pedanía jerezana a unos pocos de kilómetros de la ciudad, cerca del aeropuerto)...va a ser que no sigo p'alante que me encajo en Sevilla por los carriles.
Giro a la izquierda y, qué bueno, el viento en la cara ¿en la cara? ¡¡¡De cara!!! iín, iín...no puedor, no puedor, Chiquito de la Calzá en bicicleta...jorl! A lo lejos veo un muñeco de Michelín de inmensas dimensiones presidiendo una rotonda, una especie de homenaje publicitario-lúdico festivo- a los moteros que vienen a la ciudad cuando el mundial. Me animo, me digo, dentro de poco yo no estaré como tú, gordo sonriente, eso te pasa por no coger la bicicleta...y sigo, y sigo...el Pryca tiene que estar ya cerca, pienso...no, no está cerca, ni siquiera lo veo en lontananza...voy por la acera, acera que, por cierto, está toda desbaratá...losas irregulares, unas más altas, otras inexistentes...plom, plom, plom...mi culo se siente, digo, se resiente...
Contra todo pronóstico llegué sana y salva... chorreandito entera, qué ilusión, me dije, al menos he perdido unos cuantos litros, kilos no sé, pero litros seguro.
Hoy, soy Rambo: no me siento las piernas dios mío, esto es un infierno...”

Definitivamente, como diría Obelix, que por cierto, también tiene algo de sobrepeso, “están locos estos humanos”.

Sophia y Philo



Había leído en alguna parte que hay que pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa. Era una de estas máximas de algún sabio oriental de los que se retiran a las montañas para dedicarse a vivir del aire y de raíces de plantas que se me antojaban, cuanto menos, de esas que consiguen separar el cuerpo de la mente y les hacía filosofar durante horas y horas sin importarle el día, la noche, el sol o la lluvia. Eran sabios que habían conseguido conocerse como a la palma de su mano. Les importaba un rábano el resto del mundo porque habían conseguido comulgar con él en perfecta y pacífica armonía.
Pero el pasar de todo hace inevitable que el cobarde te admire y el envidioso te tema. Es por eso que a mi sabio le visitaban a diario legiones de perdidos que querían aprender de él y acudían en masa como borregos y mientras compartían infusiones y hierbas aromáticas volvían los ojos al cielo y se transfiguraban a modo de iluminados por la verdad verdadera. Mientras, el atrevido infiltrado interpretaba a su modo y manera las palabras del maestro para contarlas después en hipérbole absoluta totalmente tergiversadas. Daba igual porque los unos por idiotas, los otros por listos, lo cierto y verdad es que el gurú terminaba sus días fruto del martirio, la traición o el más absoluto de los ostracismos. Solo entonces comprendía que había que decir lo que se piensa después de haber pensado bien lo que se dice.
Y volvía a preguntarme, como una adolescente que despierta de sopetón ante la vida, qué era la libertad. Qué la sabiduría.
Estoy aprendiendo a decir lo que pienso. Poco a poco, saboreando cada bocado de este plato exquisito que adereza día a día mi existencia. Y cuando lo digo, lo hago con una pasmosa seguridad, como si todas esas palabras, perfectamente coordinadas en frases, estuviesen escritas en mi interior esperando a ser soltadas en el momento preciso. Si, con esa precisión suiza que da en el blanco de mi atacante. ¡Y que me sienta tan bien!
Había leído en alguna parte que hay que pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa.
Y he descubierto que tengo principios. Principios donde antes creía que solo había finales.

domingo, 22 de marzo de 2009

La caja de Pandora



Cuando Pandora abrió la caja salieron de ella todos los males del planeta y a punto estuvo Epimeteo de cerrarla antes que escapase rezagada la Esperanza. Si Pandora tuvo la culpa de todos nuestros pesares, Epimeteo pecó del exceso de prudencia que lleva a los hombres al camino a ninguna parte.
Yo nunca quise quedarme en casa esperando. Nunca quise que nadie tomara las decisiones por mí. Y luché desde la más tierna infancia por labrarme una vida de infortunios regados de paréntesis que guardar en el cajón de mis más preciados tesoros. Trozos de papel mojados por lágrimas que ya no recuerdo. Muñequitos de tela descoloridos que un día fueron alguien. Lápices con los que escribí no sé si fue un poema o quizá dieron color a un dibujo en blanco y negro.
No, no podía esperar que alguien me solucionase la vida cuando ni yo misma sabía a ciencia cierta, si existía algún problema que arreglar. Y si lo había, quería formar parte de la solución. Porque descubres que nadie es nadie y lo que necesitas no existe si no llegas a desearlo con los ojos apretados y conteniendo la respiración.
Había que vivir, hay que vivir. Es la consigna. Mientras no ocurra lo contrario, nada debiera perturbarnos la idea de seguir sintiendo como fluye la sangre por nuestras venas y escuchar en nuestros poros el latido uniforme del bombeo de nuestro corazón.
Pandora solo quiso saber qué se sentía en el parto de su propia caja secreta. Se entregó sin reservas a la curiosidad de una nueva aventura y descubrió en ella el dolor, la fatiga y el desasosiego. El llanto, la duda y el miedo. Que la sacudió por dentro. La transformó por fuera. Le revolvió las entrañas y le exprimió los jugos del placer de lo desconocido.
Y al terminar, como en todos los cuentos que nos contaron, un final abierto. Una sonrisa. Un soñar que todo, todo lo que guardaba en el cajón de mis más preciados tesoros, había merecido la pena.

jueves, 19 de marzo de 2009

Jueves, 19 de marzo


Querido diario:
después de varios días con el dedo gordo de la mano derecha a la virulé, decido escribir de nuevo. Durante este tiempo, corto pero intenso, he podido comprobar la importancia de ese apéndice que yo, en mi supina ignorancia, consideraba del todo inútil...
nada más lejos de la realidad: el sencillo gesto de mover el ratón del ordenador se convertía en toda una pesadilla cuando me rozaba con el teclado y viajaba ipsofactamente al universo interestelar ¿tantas veces se choca una el dedo gordo con el teclado? va a ser que bastantes. Vestirme, oh, toda una odisea y lo peor, subir la cremallera del pantalón....nooooo....incluso ese placer íntimo que sucumbe a los sentidos y transporta al ser humano a lugares que traspasan el Nirvana como es sacarse un moco de la nariz ¡era imposible! Ni que decir tiene escribir con un bolígrafo, quitarme la melena de la cara, abrir una lata de refresco o coger una taza.

Dedo gordo, dedo gordo,

dedo de mis entretelas,

cuando todo se termine

te he de escribir una esquela

que diga: este es mi dedo,

¡vaya tela, vaya tela!

domingo, 15 de marzo de 2009

Cumpleaños Feliz



A veces los años no se cumplen el día que naciste. Se cumplen de repente, en un momento en el que no hay velas ni deseos que pedir antes de soplar. Tan frágil de pronto que es como si fueras el pétalo que cae de la rosa del jarrón anunciando que va a marchitarse sin remedio.
Ahora toca recordar en otras vidas, la que tú viviste y que no ha de volver. Y sientes que ya no vas a estrenar jamás un vestido nuevo para sorprender a nadie. Ni vas a tener que sufrir unos zapatos de tacón solo por el mero hecho de parecer más alta.
Has crecido lo suficiente como para no tener que empinarte. Dejas de mirar hacia arriba y un buen día te das cuenta que vas caminando con los ojos fijos en el suelo porque te interesa más no pisar una mierda que encontrarte con alguien por sorpresa en medio de la calle y sentir que se te encoje el estómago de la emoción. Porque has decidido no vivir más una emoción fuerte.
Viajas para descansar de la rutina. No. Para perderte y ser invisible. Has llegado a tal grado de libertad que eliges no tener que elegir ya nunca más.
A veces te rebelas y no sirve de nada. Y solo unos instantes de adrenalina supurando por los poros de tu piel. Ya has descubierto que no puedes cambiar el mundo. Solo es necesario mantenerte inmune a que el mundo te cambie. Andas dando rodeos para no tener que cruzártelos por el camino. Aún a sabiendas que te vendes por un plato de lentejas. Aún a sabiendas que prefieres los huevos fritos con patatas.
Un buen día te sientes como dios. Y viendo que todo era bueno, descansó.
Tan frágil como el pétalo que se cae de la rosa del jarrón anunciando que va a marchitarse sin remedio.
El mismo que guardo impecable entre las páginas de aquel libro desde el día en que naciste. Que nunca olvidará que fui una rosa.

viernes, 13 de marzo de 2009

Jerez de noche

Esta noche, Jerez lucía así.














































































martes, 10 de marzo de 2009

De pequeños y grandes

Si, los pequeños podemos hacer más daño que los grandes.
En realidad, ni los grandes lo son tanto como creen, ni los pequeños somos tan insignificantes como se imaginan.

sábado, 7 de marzo de 2009

Tentaciones


Las tentaciones están
para caer en ellas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Allende Finisterrae.



Al despertar aquella mañana sus ojos comenzaron a ver borroso. Legañas – pensó- mientras se colocaba las zapatillas torpemente y acudía al cuarto de baño a lavarse la cara.
Todo estaba pixelado como en las fotografías que ampliamos una y otra vez en la pantalla del ordenador. Ni siquiera colocándose las gafas pudo mejorar el panorama que se imponía a su alrededor.
Un mareo profundo le obligó a cerrar los ojos y moverse a tientas por el pasillo de su casa hasta llegar a la cocina. En su oscuridad voluntaria trataba de recordar cada uno de los metros que avanzaba y tocaba con la yema de sus dedos para no perderse. Todo era inútil, en su memoria, algún extraño resorte actuaba de manera tal que los recuerdos aparecían, a su vez, entre recuadros superpuestos como en un puzle multicolor.
Recordaba el sabor del café de cada amanecer y se sintió aliviado al llegar a la cocina. Pensó que así acabaría del todo aquella pesadilla. Pero el líquido se le presentó tan negro como siempre pero de infinitos cristales cuadrados que, pensó iban a desgarrarle la garganta.
En la radio, una voz entrecortada como por interferencias del sonido anunciaba: “Un extraño ruido detectado por el GEO 600 podría probar que vivimos en un holograma”.
Aquella noche su perro había aullado a la luna como los lobos.
La Tierra volvía a ser plana como en los mapas de Anaximandro, ese disco redondo flotando en el océano.