Datos personales

Mi foto
Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

sábado, 28 de noviembre de 2009

...y los sueños, sueños son.


He vuelto a soñar contigo. Como si fuera real, tú y yo, jugando al escondite. A vernos sin querer. A querernos sin vernos.
Yo ya no tengo edad de salir corriendo a buscarte, pero corría asomando la cabeza por cada una de las habitaciones de aquella inmensa casa de mi sueño. Tú ya no tienes edad para andar escondiéndote, pero lo hacías con una sonrisa pícara de niño travieso, dejando pistas allá por donde pasabas.
Un tirón de pelo. Por fin te atrapaba. Un beso y volvías a desaparecer. Entonces yo reía sabiendo que estabas, aunque no estuvieras. Porque había sentido tu piel. Como si fuera real.
He vuelto a soñar contigo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Cuestión de luces


De noche, por la carretera, me encanta ver los puticlubs iluminados. Es como si siempre fuese Navidad.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Mi cumple perruno


Un día como hoy, dice mi veterinario, vine al mundo hace dos años. Mis padres me encontraron el dieciseis de marzo ¿o los encontré yo a ellos?

Estoy segura, aunque no lo recuerdo, que me separaron de mi madre perrita para convertirme en un hermoso regalo de Reyes.

Al principio todo fueron fiestas y yo era la muñeca más divertida de los niños de la casa, que me vestían con trapitos y me acunaban en sus camas. Yo tan solo era un peluche que se movía y respondía a sus juegos, lo que se dice ahora, un juguete interactivo.

La diferencia es que yo, como cualquier ser vivo que se precie, necesito comer y beber agua, y en mi interior no hay un manojo de cables y pilas, sino un estomaguito que hace sus funciones, es decir, que como tú, también hago pipí y caca, pero yo no sé hacerlo en un cuarto de baño como tú, ni sé tampoco cómo limpiarme. Eso comenzó a molestar a los papás de mis compañeros de juegos a los que, también hay que decirlo, no les importaba lo más mínimo que yo estuviera bien educada. De mi boquita comenzaron a salir dientes como alfileres blancos y eso pareció enfadarles más aún, porque, como a todos los bebés, me dolían las encías y tenía que consolarme con un mordedor, pero como no tenían mordedores para perritas, yo utilizaba las patas de las sillas, los cojines del sofá...

Lo cierto es que un buen día me encontré sola en unas calles que no conocía. Estuve vagando varios días, comía hierbas, basura y lo que la gente de los bares me ofrecía... hasta que encontré a mi padre paseando a Bruno y me pegué a ellos como si de una perra lapa se tratase.

A partir de ese momento comenzó mi nueva vida, dejé de ser un juguete para convertirme en un miembro más de una manada mixta, de humanos y perros. Me enseñaron a esperar, a comer, a jugar, a morder palos en lugar de muebles, a hacer caca en las calles, que ellos recogen.

Fue entonces cuando me convertí en Laura, una perra feliz. Feliz por encontrar la familia que nunca tuve.

Feliz por ser una perra con suerte (aunque mis padres aseguran que la suerte la tuvieron ellos al encontrarme).

En este, mi segundo cumpleaños, he pedido un deseo al soplar las velas de mi tarta perruna:

que todos los perros del mundo sean tan felices como Bruno y yo.

¿Utopía?

Por el bien de los llamados seres humanos, ojalá se cumpla!

lunes, 9 de noviembre de 2009

La Felicidad, dijiste...


La felicidad-dijiste- se compone de pequeños instantes como este.

Yo me quedé desnuda mirándote el perfil.

Feliz, pero desnuda.
Poco a poco te fuiste abrochando los botones de la camisa, poquito a poco, como queriendo alargar aquel momento, pero sin detenerte en un ojal.

Y yo a tu lado viendo como se ocultaba el cuerpo que hacía un segundo había sido mío y solamente mío.

Feliz, pero desnuda.

Hacía rato que había dejado de escucharte, solo el murmullo de tu voz que se excusaba o quería excusarte… no sé, no estaba muy atenta, la verdad.

Aún sentía en el estómago la punzada de tus dedos entre mi pelo. Mi boca seguía caliente y dolorida.

Cuando quise darme cuenta ya estabas de pié frente a mi queriendo hacer que te despedías.

Sin moverte.

Sin quererme mirar.

Sin dejar de mirarme.

Tan tristes tus ojos.

Los míos felices, pero desnudos.
La felicidad-dijiste sin ser preguntado- se compone de pequeños instantes como este.

Yo me quedé desnuda, mirándote el perfil.
Feliz, pero desnuda.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Sal


He vuelto. Siempre se vuelve.
De una manera o de otra, echamos la cabeza hacia detrás, aún a riesgo de convertirnos en estatuas de sal.
A fin de cuentas, eso es lo que realmente necesitaba: sal.
Cuando estamos, queremos irnos y cuando nos vamos, regresar.
Regresar porque nos falta el aire verdadero.
A mi me faltaba el aire verdadero, que ya no está.
Pero yo si.
Yo estoy todavía y eso ya es un motivo para seguir respirando.
Y aquí, de vez en cuando, todavía huele a sal.
No tengo a nadie en quien pensar.
Ya nadie piensa en mi.
No están.
No, ya no están.
No queda nadie que piense en mi.
No están para pensar en mi.
Pero no falta nadie ni un instante, siempre al acecho de cualquier descuido.
Disimulados a la vuelta de cualquier esquina que, sin querer, va doblando poco a poco mi corazón

lunes, 2 de noviembre de 2009

La quiso




La quiso.


Yo sé que la quiso.


Como se quiere a la niña que un buen día encuentras a la puerta de tu casa convertida en mujer. Sin las trenzas, sin el uniforme del colegio.


Con tanta fuerza que casi le parte el alma en una mirada. Pero él jamás jugó a partirle el alma. Se limitó a quererla contra su voluntad, contra su propia voluntad.


La conocía tan bien.


Le conocía tan bien.


Siempre había estado allí. Con los brazos caídos a la expectativa. Sin preguntas. Con respuestas. Solo cuando era preguntada. Nunca hubo un reproche y él se reprochaba no hacérselos a ella. Quería que volara, pero le dejaba miguitas de pan en el balcón para que regresara.


Yo sé que la quiso.


Como se quiere la primera vez que uno descubre que se quiere: intentando huir de ella sin soltarla de la mano.


Pero no podía permitirse ser vulnerable. Le dolía tanto amor en el cuello de la camisa. Que le ahogaba sentir que ella no asfixiaba.


Porque ella también le quiso.


Si, yo sé que le quiso.


Con el placer recién descubierto de las caricias rellenas de ternura.


Con la paciencia del horno que deja cocer la empanada en su interior. Para regalársela. Para comerla juntos.


Para hacerle reír como no recordaba haber reído. Para verle llorar como un niño recién amanecido.
Se quisieron.


Yo sé que se quisieron.


Que fueron algo más que dos.


Que fueron algo más que uno.
La enseñó a volar.


Y le abrió las puertas de la jaula invisible.


No quería marcharse.


Tanto la quería que la obligó a marcharse.


Tanto le quería que dejó que creyera que se iba.
Le dolía tanto amor en los botones de su abrigo.
¡Ay cuánto se quisieron!


Sin reproches.


Sigue habiendo respuestas.


Solo basta una pregunta.