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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

sábado, 15 de agosto de 2009

Noche de Cabaret




Hay momentos en la vida en los que se alinean los planetas, las estrellas surcan el cielo cumpliendo deseos o los vientos soplan a nuestro favor. Momentos que hay que aprovechar en marcha, no vaya a ser que, de repente, despertemos.
La noche del pasado jueves trece de este mes de agosto que nos angosta de calor, aquellos que acudimos a la cita con el teatro en El Puerto de Santa María, fuimos testigos de dos actores en estado de gracia. Traumátika y Noci. Noci y Traumátika, el tandem imperfecto que lleva al absoluto.
Una Drag Queen muy Queen, muy Reina de la Noche capaz de enamorar hasta a la persona más desencantada de la vida. No era el caso en El Puerto. El público se entregaba a cada paso que daba, a cada contoneo elegante y sutil de sus piernas interminables. Traumática la inocentemente pícara de mirada cómplice, divertida, alejada de lo fácil, de lo chabacano... Traumática es glamour, simpatía, la niña, la hermana, la amiga, el optimismo subido en tacones de plataforma. Perfecta maestra de ceremonias para dar paso al derroche de talento de Chema Noci, capaz de convertirse en chiquillo taquillero, chulo adorable y Lady Noche, la única e inimitable Dama de la Noche. Voz de registros infinitos, ternura de registros infinitos, filosofía de registros infinitos.

viernes, 7 de agosto de 2009

Pobre de mi




Era un triste. Tan triste que aún cuando era feliz parecía un triste. Daba pena verle. Por eso, cuando le conocías sentías el deseo irrefrenable de protegerle de tanta desolación que le embargaba.
Tendíamos a envolverle, a salvarle de los males del mundo. Como si se tratara de nuestro hijo. Un hijo que hemos encontrado abandonado junto a los cubos de basura de la ciudad. Un hijo ya hecho y derecho, aunque por su aspecto pareciera que siempre le faltara un hervor. Menudillo y frágil, como desamparado.
Era un todo de tristeza preestablecida o predestinada, vaya uno a saber.
Y a pesar de su soledad, jamás estaba solo. Jamás tomaba decisiones propias, siempre provenían de los consejos bien o mal intencionados de sus satélites protectores. Era un planeta baldío en medio de un universo continuamente cambiante.
Entonces ocurría que nos cansábamos de tanta lágrima. Ocurría que decidíamos, no sin un pequeño sentimiento de culpabilidad, que ya era hora de dejarle en libertad. Aunque él pretendiera seguir siendo un esclavo del destino que le había tocado vivir (léase con ironía por favor, olvide que provoca lástima). Porque visto desde fuera, nadie, en su sano juicio pensaría que era un desgraciado. Las mejores mujeres, los mejores viajes, los mejores amigos, incluso yo diría que hasta la mejor familia. Pero nada de eso parecía aliviarle de su eterno sufrimiento.
Nacido para ser un triste.
Hay quien nace para ser feliz y da igual que le falten las piernas. Caminan siempre por la vida con una sonrisa contagiosa.
Ahí está la clave, en el contagio. Su tristeza infinita terminaba por cansarte, con un agotamiento diferente a cualquier otro producido. Porque no se puede estar eternamente triste.
Pero él, invariablemente y sin sentido, era un triste. Tan triste que aún cuando era feliz, parecía un triste.