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Soy una perra mestiza. No creo en las razas, si en las especies. Y en las especias...porque yo soy especial.

martes, 19 de enero de 2010

Un bulto con ojos




Así es, hoy he conocido un bulto con ojos. Yo estaba en un juzgado al que había acudido a acompañar a un amigo. Eso es otra historia que algún día contaré.
Lo cierto y verdad es que la sala de espera era peor que las de la Seguridad Social y se respiraba un calor sofocante, habida cuenta la cantidad de personas que estábamos allí esperando entrar. Como quiera que mi imaginación se desborda en cuanto tiene ocasión, comencé a elucubrar sobre las togas de los letrados que, maletín en mano, acompañaban a sus clientes. Había uno jovencito, muy alto y muy bien parecido (no sé en realidad, si analizamos la expresión, a qué demonios se refiere, porque en verdad no se parecía a nadie que conociera o hubiera conocido, era guapo y punto.). La toga le daba un aire de importancia y un porte digno de un regio representante de la ley pero…y hete aquí que me meto donde no me llaman, se la había colocado sin reparar siquiera en las arrugas que la toga tenía. Me dio por imaginar que su mujer pasaba de él, tanto rollo con la indumentaria y, bueno, aunque joven, que ya lo he dicho, mayorcito ya para saber utilizar una plancha, que digo yo que tampoco se necesita hacer un master para utilizar este práctico electrodoméstico. En cualquier caso, seguía yo con mis divagaciones, para eso están las tintorerías chaval, que si tantos aires de grandeza te vas dando, tendrás para costearte llevar la chaquetona esa al tinte y que te la dejen como nueva. Él ni se inmutaba, pendiente como estaba en contonearse de un lado para otro dando grandes zancadas. Eso si, los zapatos los llevaba realmente impolutos. Un punto a su favor. ¿O habría sido su esposa que tenía la extraña afición de disfrutar limpiando zapatos? Ante la pregunta sin respuesta me fijé en otro letrado, en otro y en otro, y así fui averiguando por la calidad de los tejidos, quien era niño bien, quien abogado curtido en años, quien un pobre picapleitos.
Fue entonces que decidí pasar revista a los no uniformados. También se distinguía por su indumentaria al cliente del defensor. El uno arreglado pero informal, el otro trajeado a la última. O la otra, que también había abogadas de taconazo altivo. Nada que objetar.
Por lo que charlaban entre ellas, el número de mujeres y su juventud, teniendo en cuenta que se trataba de un juzgado donde se abordaban temas laborales, a esas chicas las imaginé trabajadoras de una empresa de limpieza que llevaban varios meses sin cobrar su salario. Eran optimistas, probablemente algún sindicato les habría comentado que no serían despedidas que Delphi no se cierra, que Vicasa no se cierra y que, tampoco iban a cerrar su empresa. Hablaban de sus hijos, todos pequeños, de que como se alargara aquello demasiado tendrían que llamar a sus madres y suegras para que fueran a recogerlos al colegio. Algunas comenzaron a desenfundar sus móviles.
De repente, entre tanta algarabía con sed de justicia, alguien llamó poderosamente mi atención. Se trataba de un hombre de edad media. No, de la Edad Media no, de edad media. Sonreía al aire y pensé que se había equivocado de lugar, que aquello no era la cola para entrar en el casting de La Casa de la Pradera. De verdad, tenía todo el tipo de Michael Langdon: camisa de cuadros, igual igual que los mantelitos de los veinte duros; pantalones vaqueros modernos. Modernos para él cuando los ochenta, claro, ahora no se lleva marcar paquete hombre…y él, con sus pantalones ajustados, lo intentaba.
Estaba como sin estar, solo, ya he dicho antes, sonriendo al vacío, mirando a la nada, como abducido por algún enviado de Raticulín. Pregunté a nuestro abogado si aquello se iba a demorar mucho, si seguía allí un minuto más aquello tenía ya tintes de convertirse en mi particular versión de un culebrón llamado “Laura, no te aburras que es peor”.
Salí a tomar un colacao y suerte la nuestra, a los pocos minutos entramos en sala. Me encanta la solemnidad de los juicios. Los jueces frente a todos siguiendo el ritual, la defensa, el demandado y oh, el del Casting de La Casa de la Pradera. Primero pensé que como era vista pública, había acudido allí como yo, a bichear, pero ¿por qué no se había sentado en la fila de atrás como el resto de los espectadores? Miré a la cámara de seguridad y esperé.
Pronto se disiparon todas mis dudas, aquel señor no había acudido a ningún casting de película, tan solo era un miembro de un sindicato, que sin un solo representante legal acudía en nombre de la parte demandada. Ni que decir tiene que, la criatura, ante la verborrea colosal de los abogados solo se limitó a sacar un papelito de una carpeta de cartón en el que exponía que su sindicato no era culpable. Y me pregunto: ¿por qué nadie le preparó unos buenos apuntes? ¿Dónde están los abogados que pagan los afiliados al sindicato? Cierto y verdad que el pobre hombre, remangado su pantalón vaquero para poder sentarse, solo se limitó a estar de acuerdo en todo lo que Su Señoría le preguntaba.
Si, hoy he conocido un bulto con ojos.

16 comentarios:

Liliana G. dijo...

Pufff, menuda historia Laura. Te comprendo en ese divague que uno realiza cuando no tiene más remedio, es un sano ejercicio de la imaginación para no caer, irremediablemente, en el sueño. Yo también elucubro mis propias películas sobre las personas que me rodean :)
El caso del hombre "del casting", es penoso, los sindicatos son eficientes sólo cuando intuyen que sacarán beneficios propios, a los trabajadores... que lo defiendan los marcianos.
¡Qué desgracia! En todos lados pasa lo mismo.

Besazos, amiga.

Laura dijo...

A veces pienso, mi (cada vez m´´as) querida Lilliana, que los sindicatos ya cumplieron su funci´´on en el siglo pasado... pero no, al menos aqu´´i en España la situaci´´on laboral en muy dura y, como dices, no solucionan nada, se han convertido en meros pol´´iticos... yo creo en el movimiento sindical, pero no en los actuales sindicatos. deber´´ian mirarse un poco el ombligo y reaccionar.

marfer dijo...

¿Uno solo Laura?, a montones hija a montones....
Me encantó tú relato, es leerlo, y estar viendolo.

Arantza G. dijo...

Pues qué lástima, se supone que tienen boca...va, seguramente la dejarán para fanfarronear delante de los "camaradas"
Un beso

Moncho López dijo...

No es problema de los sindicatos. Es la izquierda la que tiene que hacer una profunda reflexión para decidir qué mundo quiere. No es un problema de los sindicatos porque a los sindicatos corporativos les va muy bien con las mismas leyes, como al sindicato de pilotos o al sindicato de la Policía Local de Jerez. A mi juicio, el problema es político. Hay que reinventar la izquierda, la sociedad y demostrar que es mentira que haya un pensamiento único... al que es posible que sirvan los políticos profesionales y los sindicalistas profesionales.

Laura dijo...

Marfer, en este "relato" solo uno jjaja...

Laura dijo...

Arantza, totalmente de acuerdo contigo...en TODO.
Un beso.

Laura dijo...

Pues claro que si Moncho, esto da para escribir una tesis...

Alfonso Saborido dijo...

No me toques el tema de los sindicatos que estoy hasta el gorro de hacer cursos con ellos, mendigánselos, para coger puntos y no terminar en Roquetas de Mar, con todos mis respetos a Almería.
La historia buenísima,... hay gente pa tó... eso sí esa 'g' que le has colado a mi bien amado Michael Landon , convirtiendo su apellido en el del prota del Código da Vinci jjj, ¿no estarás muy influenciada por los libros de Dan Brown? No te imagino yo jjj por lo demás, ya sabes que soy casadelapraderólogo, tengo sus libros originales y Laura Ingalls era una de mis heroínas infantiles. Momentazo aquél cuando Mary se quedó ciega, tan importante como cuando se me cayó el primer diente, creo que fue por aquella época :)

belijerez dijo...

Hay demasiados bultos con ojos......y encima ciegos. Un triste relato, por lo que implica de realidad (justicia=cachondeo).

Laura dijo...

Jajaja...sorry Alfonso por lo de la "ge", yo es que de ingl´´es lo minimo (no puedo poner acentos leche!)pero a mi tambien me gustaba La Casa de la Pradera...
de los sindicatos, iba a decir que mejor no hablar pero no: mejor hablar y no parar.

Laura dijo...

Belijerez, ¿eso mismo no lo dijo ya "alguien"? y si, el relato es real, lo que no son reales son mis elucubraciones.
Un beso y animo.

davidgallardo dijo...

Laura, por un momento te he imaginado en la serie "Juzgado de guardia".

Harry Stone, el juez majara, mirando contigo la escena y el vigilante Bull "tirándose de los pelos".

Lástima que el argumento sea tan dramático como real. Un bezo, Laura...

Camaleona dijo...

Mi representante sindical es la caña, consigue mejor sueldo para él, más vacaciones para él, mejor horario para él, el café gratis para él, todas las dietas para él... sólo entra a discutir con los socios cuando de él se trata, el resto que se las apañe por su cuenta... para ser sincera, no creo en los sindicatos.

~ R ~ dijo...

En fin,... es un tema espinoso,... no me gustan estos sindicatos sin identidad ni ideología, que no representan más intereses que los de su propia continuidad,... no me extiendo,... y me limito a enviaros el saludo que un amigo envía a una amiga.

Expresiones "liberadas" varias.

capitanlio dijo...

Relato genial,en como observas se nota que eres mujer, jamas me hubiese fijado en todos esos detalles, supongo que me hubiera limitado a darle codazos a mi acompañante al ver pasar alguna que otra señorita, quizás seamos muchos los bultos con ojos jaja.
Buen trajo